Creo que constantemente tenemos que estar reviendo el "para qué" de todo en nuestras vidas. Puede ser en algunos momentos una tarea muy agobiante pero en otras ocasiones es algo muy gratificante porque muchas veces nos dejamos absorver por la rutina y caemos en una gran pérdida de sentido que nos ocasiona angustia. Recuperar el sentido en lo que hacemos diariamente nos llena de placer y nos impulsa hacia adelante.
Todavía tengo muy presente el para qué de mi carrera docente. Cuando tomé la decisión de ser Maestra estaba convencida de que la educación era el principal camino para el cambio en una sociedad y por eso lo emprendí. Hoy sé que no me equivoqué, sigo pensando lo mismo.
Ser docente para mí es algo que impregna toda mi vida, no se limita a las horas de clase, llego a casa y sigo pensando cómo mejorar determinada estrategia, qué puedo hacer para motivar a mis alumnos y a mi misma, qué voy a hacer mañana, qué nos aportan las nuevas investigaciones desde la didáctica, la psicología y una larga lista de cosas que nos preocupan a los maestros. Y hoy más que nunca tenemos que vivir en un aprendizaje permanente, ya no es posible ejercer esta profesión, y ninguna, con lo que aprendimos de estudiantes en el Instituto.
Más que una profesión yo veo mi trabajo como un gran compromiso, con mis alumnos, con sus padres y con la sociedad.
Comparto con ustedes una foto muy significativa, mi primer grupo de alumnos, en una escuela de Contexto Crítico (como era calificada en ese momento). En esa escuela, la cual llamo "mi escuela", permanecí más de 12 años. Sigo en contacto con algunos de esos niños y de todos tengo un grato recuerdo:
Juan Andrés, estudiante de Ciencias Económicas
Rebecca, estudiante de Abogacía
Diego, auxiliar de la Escuela
Karen, estudiante de Magisterio
Fernando, actualmente es mi alumno en 2° año de Magisterio (en la foto está a mi lado cuando cursaba 3er. año de primaria).
Ellos y muchos otros son mi "para qué".
